
El ecosistema fintech de América Latina está entrando en una nueva fase. La interoperabilidad entre billeteras digitales y pagos transfronterizos ya no es opcional. Hoy se ha convertido en una necesidad ineludible para los usuarios. Además de ser esencial para la competitividad de los actores del sistema. No se trata de un feature nuevo, sino de un paso hacia un sistema financiero digital más inclusivo y competitivo.
Hasta ahora, los usuarios de billeteras digitales han tenido que navegar en un esquema de islas. Cada cuenta y cada aplicación representaba un mundo propio, con limitaciones para enviar y recibir dinero entre usuarios que no compartían la misma infraestructura, especialmente en pagos internacionales. La fragmentación de este esquema no solo generaba fricciones en la experiencia del usuario, sino que limitaba el verdadero potencial de un mercado regional en expansión.
Recientemente, se anunciaron nuevos acuerdos de interoperabilidad, lo que marca un punto de inflexión. Lo que antes requería pasarelas, intermediarios engorrosos y costos elevados, ahora comienza a simplificarse. Las transferencias y pagos internacionales entre billeteras digitales se empiezan a convertir en procesos naturales y directos. Así, se reducen los tiempos y se democratiza el acceso a nuevas oportunidades de consumo, ahorro e inversión.
Detrás de esta transformación subyacen avances regulatorios, mejoras en la infraestructura de APIs y un entendimiento cada vez más maduro de los actores fintech sobre el valor de un ecosistema abierto. En lugar de proteger ecosistemas cerrados, las fintech que buscan escalar su impacto están optando por la colaboración inteligente, habilitando conexiones que facilitan la liquidez de personas y empresas en la región.
El rol de los fintech builders
Este movimiento también redefine el rol de quienes construimos tecnología financiera en la región. Como fintech builders, no se trata solo de ofrecer nuevas capas de funcionalidades a las billeteras digitales.
Más bien, implica diseñar arquitecturas modulares y escalables que habiliten estas conexiones de forma segura y ágil.
Además, deben cumplirse siempre los marcos regulatorios de cada país. De esta manera, las billeteras funcionan como puentes, no como muros. La infraestructura tecnológica se convierte en un habilitador de expansión y no en un límite operativo. Aquellos que logren integrar esta visión en su estrategia tendrán la capacidad de crecer junto con el mercado.
Sin embargo, no debemos tomar la interoperabilidad como destino final. En realidad, es un paso más hacia un ecosistema financiero verdaderamente conectado e integral. Los próximos meses serán claves para ver cómo este escenario se convierte en una realidad tangible.
En Poincenot, creemos en crecer junto a quienes se animan a escalar sus desafíos y aprovechar las oportunidades que trae esta nueva etapa.