
En el ámbito financiero, la detección del fraude, la prevención del lavado de activos y la financiación del terrorismo (PLAyFT) se han estructurado tradicionalmente como áreas separadas.
Sin embargo, con el transcurso de los años y en un contexto de esquemas delictivos más complejos, se ha generado una conexión entre ambas disciplinas que convergen compartiendo un enfoque de prevención colaborativo e integrado.
La sinergia de la detección de fraude y la prevención del lavado de activos
Esos nuevos esquemas delictivos, no sólo implican grandes pérdidas económicas para las instituciones financieras; sino que también sirven como conducto para el lavado de activos, planteando desafíos cada vez más complejos, que mutan constantemente.
Esta situación ha derivado en una progresiva y creciente interacción entre las áreas enfocadas en la detección de fraude transaccional y aquéllas dedicadas a la PLAyFT, que ha dado lugar -a su vez- al término en inglés “FRAML”, en referencia a la conjunción de “Fraud” y “Anti-Money Laundering”.
¿Cómo es el proceso de Lavado de Activos y cómo se conecta con los esquemas de fraude?
En muchas ocasiones, es posible identificar al fraude como el delito precedente del lavado de activos, en tanto los fondos de origen ilícito luego deben legitimarse a través del sistema financiero.
El proceso de lavado de activos se conforma de las siguientes etapas:
Colocación: Se introducen en el sistema financiero ganancias obtenidas de manera ilícita de estos fondos en el sistema.
Estratificación: Una vez ingresado el dinero al sistema financiero, se intenta mitigar las posibles sospechas respecto del origen ilegítimo del mismo, a través de múltiples transacciones que separan los fondos de su fuente ilegal, con el objetivo de dificultar su rastreo.
La efectividad de la maniobra crece a medida que se multiplican las transacciones financieras. Al convertir el dinero en diferentes tipos de activos, y utilizar diversos intermediarios, se crea un laberinto financiero que dificulta enormemente el seguimiento del dinero.
Integración: Es la última etapa del proceso, mediante la cual se produce la reinserción de los fondos ilegales en la economía formal.
Beneficios del modelo “FRAML”
La unificación de sistemas de fraude y AML, además de generar una eficiencia operativa y facilitar el cumplimiento de las regulaciones, puede permitir a las instituciones financieras obtener una visión más completa de las actividades sospechosas de sus clientes, facilitando la identificación de patrones que de otra forma pasarían desapercibidos, mejorando su capacidad de prevención y respuesta.
Desafíos y cuestiones a considerar en la implementación de un modelo “FRAML”
La implementación efectiva de un modelo FRAML requiere de la conjunción de 3 aspectos fundamentales:
- La tecnología que permita procesar grandes cantidad de transacciones para identificar patrones y anomalías
- Los procesos organizacionales, que deben ser claros y soportados por tecnología.
- La capacitación continua del personal que se desempeña en estas funciones, en base a las nuevas tendencias y normativas vigentes.
Esta conjunción trae aparejado desafíos complejos al momento de la implementación, como ser:
- La integración con sistemas antiguos que no son compatibles con nuevas tecnologías.
- Gestión de grandes volúmenes de datos en tiempo real.
- La adecuación tecnológica constante para hacer frente a los cambios regulatorios, y las nuevas amenazas y tendencias que ocurren en el contexto.
- Complejidad en los esquemas de fraude que dificulta la creación de reglas o modelos de detección, dado que son cada vez más sofisticados y evolucionan rápidamente.
- Cambio de cultura organizacional que fomente la colaboración entre los equipos de fraude y AML.
Para superar estos desafíos, las instituciones financieras deben adoptar un enfoque integral
que armonice los objetivos de ambos sectores, permitiendo su constante interacción y colaboración, basándose en la tecnología para optimizar y eficientizar sus tareas.
El enfoque sinérgico entre la detección de fraude transaccional y la prevención del lavado de activos representa un avance significativo en la protección del sistema financiero contra actividades ilícitas, permitiendo a las instituciones financieras mejorar su capacidad de detección y respuesta ante amenazas, operando de manera más eficiente y manteniendo la confianza e integridad en sus operaciones, mientras se cumple adecuadamente con la normativa vigente.